martes, 17 de abril de 2012

ODEL AGUDELO ARTUNDUAGA 

LA TRANSFORMACION DE NEIVA, NACE DEL RESCATE DE LA IDENTIDAD

En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla.” Walter Benjamín


Al pasar las siguientes líneas con su mirada, seguramente se dará cuenta de mi disposición a desarrollar no un simple escrito como cualquier critico con poco amor por su comarca, sino que por el contrario va a encontrar una creación escrita compuesta por una seria reflexión ciudadana acerca de lo que somos como Neivanos y como queremos ver nuestra ciudad; del reconocimiento de los factores y materias que poseemos y que debemos emplear para ver a Neiva como la ciudad que soñamos… Pero ¿Cómo la queremos ver? ¿Cual es la Neiva que sueñan los ciudadanos? Asi como estos interrogantes que hoy me hago, quizás a usted le surjan muchos, pero para respondernos a ellos, debemos darnos un espacio poco presuroso, más bien tranquilo y propio de meditación por ejemplo para entrar en esa dinámica de expresar como quiero ver mi ciudad y considero que es dable contrastar la realidad de una tierra casi inculta con esta promesa:
 “estas tierras de mi NEIVA tienen una ventaja que pocas regiones poseen en Colombia: una posición central, en medio de la zona más poblada de este país,  con ríos navegables, medios de transporte y caminos como ninguna otra; y, en suma, con mercados fáciles para todos los productos en todos los ocho sentidos de la rosa náutica”.
Son elementos como estos los que considero ideales para experimentos de reforma social, de transformación ciudadana para irradiar por todo el país que Neiva no es una ciudad cualquiera, sino un epicentro mágico donde hay desarrollo social, un lugar donde cualquier colombiano o extranjero gustoso construiría su vida y proyectos personales. 
La construcción de una metrópoli, debe ocupar lugar en los pensamientos de los Neivanos. Sé que mejorar y construir una mejor ciudad con un desarrollo de cara a los retos que nos impone la globalización no es una tarea fácil pero debe caber en el sentido en que el visionario opita así lo prevea.
Esa previsión a la que invito, solo es obtenible en la medida en que como opitas rescatemos nuestra identidad, de que amemos lo que somos, de que se sienta el orgullo por haber nacido en esta tierra, de que nos asocien por perfiles emprendedores y dinámicos. Ese rescate va mas allá de hablar, y de plantearlo; ese rescate implica a su vez otro recobro, y considero que este es más arriesgado, como opitas debemos quitarnos ese sentimiento conformista por lo que hemos creado, lo que hemos construido hasta ahora y reemplazarlo por un espíritu de innovación de creación de mejores cosas para nuestra ciudad, sin perder nuestra identidad y tradiciones. Si nos conformamos con admirar nuestra cultura, lo que hemos logrado formar y mostrar al resto del país y al mundo, quizás nuestra cultura se quede suspendida o subyugada en mera admiración y reconocimiento. A lo que quiero llegar con el rescate que planteo es que no dejemos de sentirnos orgullosos con lo que hasta hoy hemos hecho por Neiva y lo que esta ciudad nos da con su cultura y tradiciones, de hecho es la cara que mostramos hoy en día, pero debemos trabajar por la nueva Neiva, por crear nueva cultura, por hacer de esta la ciudad más educada, de ciudadanos amables e inteligentes, dispuesta al desarrolla y ejecutando las nuevas tecnologías. En fin, la invitación no es perder lo que hemos construido, sino sentir orgullo por lo que somos sin conformarnos con ello, sino dando paso a nuevas dinámicas y creación de nueva cultura ciudadana, de una nueva Neiva.
Para lograr mi pretensión y construir o al menos visionar una ciudad con gran desarrollo en todas las estructuras sociales, los Neivanos debemos preocuparnos por la identidad. Crear identidad no es una tarea facil, creo que tenemos los elementos para decir que muchas prácticas son propias de nosotros, pero el resto de colombianos e individuos no pertenecientes a esta región del mundo no nos identifican por dichos elementos, ya que hemos sido descuidados por hacer valer nuestra cultura.
Se preguntan muchos en los medios académicos y en los ámbitos de la intervención social cuál es la identidad de esta ciudad. Perplejos constatamos que ésta no es evidente. Hay una apropiación ostensible de modos y prácticas desabridas por tener el sabor de lo que no es de nadie al ser de cualquier parte. Es triste ver que cada vez los jóvenes saben menos de bambucos y torbellinos y no sólo en los centros urbanos. Cada vez los niños saben menos del Mohán y la Patasola que de los héroes que la televisión les prodiga.  
En los festivales del Folclor y del Bambuco en que terminaron las fiestas de San Juan y San Pedro es donde más se aprecia esta contradicción. Cada día son parecidas a cualquier feria con casetas y rumbas de club, con pasarelas, desfiles de carrozas y reinas coronadas. Empero soy partidaria en que hay que  persistir en conservar el culto de lo tradicional y empeñarnos en la conducta de  rebajar el sabor fenicio. 
La vieja identidad del Opita se ha quedado sin piso material, sostenida apenas por los cultores de la tradición por ella misma. Quizá el primero en advertirlo fue Daniel Samper. En polémico artículo denunciaba la inautenticidad de los bambucos que cantaban a un cisne más blanco que un copo de nieve y a bohíos inexistentes.  La verdad es que en los viejos odres se vierten vinos dudosos para que la gente asuma como propios. Es el momento de preguntarse si tiene sentido mantener las tradiciones a pesar del cambio del contexto. O de otro modo, si hay algo en ellas que merezca pervivir. 
Pregunta similar se hizo el romántico Albert von Chamisso y la respondió con una parábola: la historia de Schlemihl, un ambicioso que pactó con el diablo a cambio de todas las riquezas. El comprador sólo exigió la sombra de Schlemihl. Pero en todas partes, las mujeres y los niños, los campesinos y las enfermeras rechazaban al hombre que había perdido su sombra, esto es, su identidad, la cultura popular. Al faltarle la raíz, lo acompañaba la desventura así poseyera toda la riqueza deseable. 
Como ciudadanos Neivanos es para nosotros vital el rescate de nuestras tradiciones, aquellas que son vistas como  el conjunto de nociones y estrategias que definen nuestra identidad identidad, concepto dinámico relacionado con el pasado pero basado en la actualidad. Si no rescatamos esa identidad, como podemos proponer retos de desarrollo, como ambicionar una nueva Neiva, sino no nos sentimos que es propia de nosotros, sino vivimos nuestra cultura, sino respetamos la ciudad. Ah pero no puede entenderse la tradición como un cúmulo de vejeces, sino como una fuerza activa que se utiliza en situaciones de peligro, cuando es necesario poner énfasis en la identidad frente a amenazas que provienen de fuera. La tradición debemos hallarla hoy, en la actualidad no en el pasado. 
El reto para los Neivanos está consagrado en la frase de Walter Benjamín, la cual dispuse al iniciar este ensayo En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla”. Deben los opitas luchar por rescatar identidad a partir de sus tradiciones, de sus potenciales, no sumirse en lo que hoy ve la gente de afuera, sino en apropiarse, de llenarse del sentimiento regionalista y ciudadano. Si no se rescata esa identidad, el mundo nos subyugara a una simple cultura, epicentro y conjunto ciudadano sin nada que proponer y ofrecer. Debemos vender la imagen de que no somos un simple pueblito con pocas tradiciones, sino una ciudad a la vanguardia de los fenómenos mundiales.

Muchos neivanos critican la ciudad donde nacieron, se sumergen en conductas quejosas y no proyectan positivamente esta tierra. El interrogante que nació de tal conducta fue: ¿Por qué siendo Neivanos, siendo Opitas, hablan mal de su cuna?  Muchos de estos individuos argumentan o escudan su posición poco productiva al desarrollo ciudadano, en que esta ciudad ha sido epicentro de conflictos, es un territorio bañado por la violencia, incursión de grupos de guerra, delincuencia común, poca seguridad, demás elemento que llevan a ver la tierra de promisión en un valle de tristezas, un lugar donde muy pocos anhelarían vivir.
Pero esos argumentos pierden solidez al contrastarlo con el sentimiento feroz del hombre de esta tierra, un hombre pasivo, que a pesar de los conflictos es capaz de darle la mejor cara a la vida.
Estos procesos de violencia, y de fenómenos sociales que afectan la ciudad y que no solo hacen parte de ésta exclusivamente sino que es propio de cualquier ciudad Colombiana, son connaturales por el contexto socio- cultural- político y económico que vivimos. Pero eso no nos debe conducir a despreciar nuestra tierra, sino a luchar por recuperar los espacios que esos fenómenos nos han robado. La tranquilidad que caracteriza al pueblo opita, la inocencia, el dejo con el que hablamos y un sinnúmero de  rasgos no se pueden perder por dinámicas que se van presentando. La actitud de cualquier ciudadano amante de su región es avocarse por luchar por su territorio, por lo que en el ha construido y trabajar por estabilizarse y mostrar lo mejor de él.

Asi que la invitación está hecha, la construcción de una Neiva mejor, productiva, con amplio desarrollo no es tarea de los gobernantes de turno, es un trabajo que involucra a todos los ciudadanos a partir de la fabricación de identidad, de luchar por la cultura, de sentir orgullo por nuestras tradiciones, de fomentar y mostrar la cara amable de nuestra ciudad.  Si los Neivanos no rescatan ese elemento, no pueden atreverse a ver una ciudad diferente, transformada, y no pueden atreverse porque sencillamente ellos son los productores del cambio de la ciudad y si ellos no cimentan esa construcción pues no van a obtener resultados.
Es que la Construcción de una Neiva en el futuro no está dada, en el decir yo quiero esto, que se haga aquello, que desaparezca eso. La formación de Neiva como paraíso para vivir, está en la apropiación y la ardua laboriosidad de los opitas.
Ojalá que el peso que tengan los hombres opitas en los destinos del país se vea reflejado en buena medida al carácter definido de sus gentes. En esta era los opitas no deben pesar como plumas, sino que deben resonar frente al mundo. Recuperar la identidad dependerá de un renacimiento que recree la coincidencia cultural y el carácter a las gentes de esta tierra. Tarea colosal para quienes hoy se den a la labor de pensar la ciudad y su desarrollo.

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