martes, 17 de abril de 2012

NEIVA TIERRA DE PROMISIÓN

ERIKA TOVAR MONJE

La gente de esta tierra si austera es alegre, tranquila casi siempre en sus explosiones de júbilo resulta incontenible

Si yo hoy le digo a usted que la gente que habita las riberas del Alto Magdalena  es una sola, usted que respondería?  Con júbilo y gozo a un solo tono diría son los opitas o Neivanos. Para  quienes nacimos en esta tierra, el río es la vida. Los opitas somos el reflejo de nuestro río, El Magdalena. Tranquilos, los Neivanos u opitas tienen un temperamento  que es apacible como el agua de los remansos. El concepto que tiene se tiene sobre la bondad —ajeno totalmente a la bobería— se expresa en el decir que quien es pendejo y al cielo no va/ lo joden aquí y lo joden allá. Por ello también es iracundo como el río cuando crece. 

En torno al río, la llanura se presenta árida y sedienta, tanto,  que la descubierta que ordenó el licenciado Jiménez de Quesada la denominó Valle de la Tristeza. Neiva es una Tierra exigente para quienes decidan habitarla, pues les demanda cualidades estoicas para soportar el calor y piedad para sobrevivir.
Por el paisaje, los opitas estamos impregnados de una postura laica  que ahorra las palabras y con egolatría nos desempeñamos en la ternura hasta el día de la fiesta, cuando se despierta un sustrato dionisíaco y se lanzan con euforia hasta el desvarío cantando: en mi tierra todo es gloria/ cuando se canta el joropo/ cuando se canta el joropo./ Y si es que se va a bailar/ el mundo parece poco/ sigamos bailando, sigamos cantando/ sigamos bailando/ caramba, que me vuelvo loco.

Que bellas suenan esas notas acompañadas de la tambora, que ardiente melodía inspiradora de pujanza y alegría humana. No quería empezar este escrito sin antes describir con entusiasmo las características más relevantes de la gente de mi tierra. Lo hago porque resulta destacable hacer reflexión a nuestra cultura, a nuestros rasgos físicos como región y al cuestionamiento de la ciudad que habitamos y la que queremos unos años adelante. Este es un espacio propicio para hacer estas meditaciones y análisis de nuestra ciudad, pues estamos cercanos a conmemorar 400 años de historia para Neiva, situación que no debe quedarse en un mero espectáculo cultural de reconocimiento de la historia que se ha tejido a mano, sino como el escenario para sentarnos a dialogar, presentar nuestras posturas de la Neiva que queremos mañana para las generaciones futuras.

En esa dinámica antes de presentar mis pretensiones de fondo para usted como lector me resulta cálido narrar hechos históricos de nuestra ciudad, de ver como a la larga la conquista significó el despoblamiento de la región poblada por indígenas. Por poco durante un siglo se hizo imposible la ocupación española dada la alianza de la mayoría de los aborígenes, en particular de pijaos y paeces. Fue tanta la resistencia que la región casi se convierte en un desierto. Derrotados y diezmados, los aborígenes no se sometieron a las condiciones de los nuevos dominadores: ni se hicieron mitayos ni aceptaron reducirse a poblados. A lo largo de toda la Colonia, la llanura ardiente se dedicará a la cría extensiva de grandes hatos que surtirán los mercados de Santa Fe y Popayán; en ellas los indios sobrevivientes y sus hijos mestizos trabajarán como peones. Los propietarios si ricos en tierras son pobres culturalmente.

Es fino ver como a través de la historia se teje la personalidad de los opitas pues el trabajo de la vaquería definirá a nuestras gentes. El rodeo de los ganados que han crecido lejos del contacto con el hombre, en estado prácticamente salvaje, les forja el sentido de la maña inteligente y recursiva. El traslado de los hatos a través de la llanura sin límites, vadeando ríos y soportando sedes y tormentas, les procurará la valoración del esfuerzo arduo y sostenido. En la doma de los potros el hombre opita aprende el valor de la constancia y el sentido de la paciencia.
Es así como nuestros ciudadanos desarrollan valores y creencias surgidos en el contacto directo con la naturaleza y en medio del mundo del trabajo. Son los conceptos fundamentales del honor y la valentía y el principio de no ser los primeros en la ofensa.

Pero nuestra ciudad también es  tierra de pescadores. Es dable ver como aún hoy, el río crea las condiciones de la subsistencia. Cada año repite puntualmente el prodigio de la subienda: entonces, el cauce se hace estrecho para albergar capaces, nicuros y bocachicos, doradas y sardinatas; pataloes y bagres gigantescos. El hombre opita dedicado a esta actividad dominará el arte de pescar anzuelo y sabrá qué carnada usar para el pez que quiere obtener y dónde lanzarla intuirá qué especie está próxima a caer. El pescador ribereño es ducho en colocar la nasa, ese cesto tramposo al que entra el pez buscando comida y del que sólo sale pescado. Son sus artes, igualmente, el chinchorro colectivo y la atarraya individual. Pero sobretodo, es suyo el dominio de la aventura de la pesca nocturna.

La gente opita es ante todo ribereña. El río es su padre y maestro. Padre fecundo y generoso. Maestro que le enseña las artes del silencio.
Para Nicanor Velázquez Ortiz — los Opitas son como ese campesino filósofo cuyas descripciones están cargadas de concepto—, el río es una vivencia fundamental que explica que “la vida es un cauce que se eterniza por el espíritu y que el hombre es una gota de agua y la humanidad es un río y el río mar y el mar armonía y la armonía luz y la luz equilibrio y el equilibrio fuerza y la fuerza sentido y el sentido plenitud inteligente”.

Hasta ahora he hablado del estereotipo del ribereño. Y debe quedar claro que en él no se agotan todos los habitantes que hoy hacen parte de Neiva. Sin embargo  es el opita o calentano por el que se hace este escrito y al que hoy se busca invitar a ser amante de su tierra, de la cuna en la que nació y a quien se le incita a visionar a Neiva como un escenario en donde toda la humanidad añore conocer.
Debemos despertar a los demás individuos que no hacen parte de esta región una atracción por nuestras tradiciones, por nuestra cultura, porque se haga inversión, se construyan empresas, sea un foco de desarrollo e implementación de tecnologías, una ciudad con gente educada, familias felices, niños y jóvenes dichosos y satisfechos en sus necesidades. Esa es una Neiva soñada, con alto desarrollo de transporte en todas sus modalidades.
En otras palabras asi como cuentan los cronistas que en la historia existió una provincia llamada Neiva en que los naturales labraban mucho oro, y que fue ello lo que atrajo hacia esta región las inaugurales expediciones de Quesada y Belalcázar. Así, como bajo el influjo de la quimera de El Dorado se efectuaron las primeras incursiones conquistadoras en la región del Alto Magdalena, así mismo hoy debemos con nuestros productos y el potencial humano atraer a extranjeros para que inviertan en nuestra tierra.

Acompañando aquellas expectativas debemos asediar a otros ciudadanos a fin de que se enamoren de nuestra cultura, de lo que somos, de nuestras tradiciones, de la gente, solo así podremos cantar lo que avoca la última estrofa de nuestro himno

Salve! Neiva, un cielo brillante
hoy te abre de luz y zafir,
solo escuchase un grito: Adelante!
a tus nobles destinos cumplir.



La Construcción de Neiva como la tierra de Promisión implica que tanto ciudadanos como mandatarios locales y/o regionales materialicen las ideas que contribuyan al desarrollo de nuestra ciudad.
Por eso mi pretensión a través de este escrito no es cuestionar sino invitar a que sigamos las promesas que hacen nuestros gobernantes quienes en últimas materializan o a través de ellos se manifiestan nuestras voluntades. Por ejemplo  se ha prometido el mejoramiento de infraestructura hospitalaria y la optimización del acueducto de Neiva, incluido el reservorio, las adecuaciones de las plantas de tratamiento de El Jardín, El Recreo, canales de conducción, entre otros proyectos. Se ha hablado sobre la construcción de la torre psiquiátrica del Hospital Hernando Moncaleano de Neiva, de la Plazoleta de la Estación del Ferrocarril, ampliación del Palacio de Los Niños, la terminación de la sede del Concejo de la capital, el mejoramiento del Camellón de La 14 y el Malecón, entre otros muchos proyectos. Ojala estos proyectos no se queden en discursos y escritos, sino que se ejecuten en realidad.

Quizás la celebración de los 400 años de fundación de nuestra ciudad demande la realización de unas serie de actos como la participación de grupos de danzas, reinas y conjuntos vallenatos para el “saludo a la bandera” del 24 de mayo, con discurso incorporado del señor Presidente de la República, quien hará nuevas promesas a los huilenses que lo escucharán embelesados. Pero la concentración en el derroche por celebrar y conmemorar la fundación de nuestra ciudad no descuide la realidad de ejecutar los proyectos presentados.

Asi pues la construcción de la Neiva que soñamos es una tarea de todos, que va desde tomar y recopilar nuestra historia, rescatar nuestras tradiciones y culturas, proponer proyectos, ser ciudadanos visibles, hasta la ejecución de las propuestas y la veeduría a los programas de gobierno que nos presenten los gobernantes de turnos quienes a través de los mismos se construye y se invierte en la ciudad.

AMEMOS A NEIVA TIERRA BUENA Y GENTIL; QUIÉN NOS DIERA
ELEVAR HASTA TI NUESTRA  CANCIÓN
CON EL ESTRO FELIZ DE RIVERA,
TIERRA BUENA, GENTIL PROMISIÓN.

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