ERIKA TOVAR MONJE
La gente de esta tierra si austera es alegre,
tranquila casi siempre en sus explosiones de júbilo resulta incontenible
Si yo hoy le digo a usted que la gente que
habita las riberas del Alto Magdalena es
una sola, usted que respondería? Con
júbilo y gozo a un solo tono diría son los opitas o Neivanos. Para quienes nacimos en esta tierra, el río es la
vida. Los opitas somos el reflejo de nuestro río, El Magdalena. Tranquilos, los
Neivanos u opitas tienen un temperamento que es apacible como el agua de los remansos.
El concepto que tiene se tiene sobre la bondad —ajeno totalmente a la bobería—
se expresa en el decir que quien es pendejo y al cielo no va/ lo joden aquí y
lo joden allá. Por ello también es iracundo como el río cuando crece.
En torno al río, la llanura se presenta
árida y sedienta, tanto, que la
descubierta que ordenó el licenciado Jiménez de Quesada la denominó Valle de la
Tristeza. Neiva es una Tierra exigente para quienes decidan habitarla, pues les
demanda cualidades estoicas para soportar el calor y piedad para sobrevivir.
Por el paisaje, los opitas estamos
impregnados de una postura laica que
ahorra las palabras y con egolatría nos desempeñamos en la ternura hasta el día
de la fiesta, cuando se despierta un sustrato dionisíaco y se lanzan con
euforia hasta el desvarío cantando: en mi
tierra todo es gloria/ cuando se canta el joropo/ cuando se canta el joropo./ Y
si es que se va a bailar/ el mundo parece poco/ sigamos bailando, sigamos
cantando/ sigamos bailando/ caramba, que me vuelvo loco.
Que bellas suenan esas notas acompañadas de
la tambora, que ardiente melodía inspiradora de pujanza y alegría humana. No
quería empezar este escrito sin antes describir con entusiasmo las
características más relevantes de la gente de mi tierra. Lo hago porque resulta
destacable hacer reflexión a nuestra cultura, a nuestros rasgos físicos como
región y al cuestionamiento de la ciudad que habitamos y la que queremos unos
años adelante. Este es un espacio propicio para hacer estas meditaciones y
análisis de nuestra ciudad, pues estamos cercanos a conmemorar 400 años de
historia para Neiva, situación que no debe quedarse en un mero espectáculo
cultural de reconocimiento de la historia que se ha tejido a mano, sino como el
escenario para sentarnos a dialogar, presentar nuestras posturas de la Neiva
que queremos mañana para las generaciones futuras.
En esa dinámica antes de presentar mis
pretensiones de fondo para usted como lector me resulta cálido narrar hechos
históricos de nuestra ciudad, de ver como a la larga la conquista significó el
despoblamiento de la región poblada por indígenas. Por poco durante un siglo se
hizo imposible la ocupación española dada la alianza de la mayoría de los
aborígenes, en particular de pijaos y paeces. Fue tanta la resistencia que la
región casi se convierte en un desierto. Derrotados y diezmados, los aborígenes
no se sometieron a las condiciones de los nuevos dominadores: ni se hicieron
mitayos ni aceptaron reducirse a poblados. A lo largo de toda la Colonia, la llanura
ardiente se dedicará a la cría extensiva de grandes hatos que surtirán los
mercados de Santa Fe y Popayán; en ellas los indios sobrevivientes y sus hijos
mestizos trabajarán como peones. Los propietarios si ricos en tierras son
pobres culturalmente.
Es fino ver como a través de la historia se
teje la personalidad de los opitas pues el trabajo de la vaquería definirá a nuestras
gentes. El rodeo de los ganados que han crecido lejos del contacto con el
hombre, en estado prácticamente salvaje, les forja el sentido de la maña inteligente
y recursiva. El traslado de los hatos a través de la llanura sin límites,
vadeando ríos y soportando sedes y tormentas, les procurará la valoración del
esfuerzo arduo y sostenido. En la doma de los potros el hombre opita aprende el
valor de la constancia y el sentido de la paciencia.
Es así como nuestros ciudadanos desarrollan
valores y creencias surgidos en el contacto directo con la naturaleza y en
medio del mundo del trabajo. Son los conceptos fundamentales del honor y la
valentía y el principio de no ser los primeros en la ofensa.
Pero nuestra ciudad también es tierra de pescadores. Es dable ver como aún
hoy, el río crea las condiciones de la subsistencia. Cada año repite
puntualmente el prodigio de la subienda: entonces, el cauce se hace estrecho
para albergar capaces, nicuros y bocachicos, doradas y sardinatas; pataloes y
bagres gigantescos. El hombre opita dedicado a esta actividad dominará el arte
de pescar anzuelo y sabrá qué carnada usar para el pez que quiere obtener y
dónde lanzarla intuirá qué especie está próxima a caer. El pescador ribereño es
ducho en colocar la nasa, ese cesto tramposo al que entra el pez buscando
comida y del que sólo sale pescado. Son sus artes, igualmente, el chinchorro
colectivo y la atarraya individual. Pero sobretodo, es suyo el dominio de la
aventura de la pesca nocturna.
La gente opita es ante todo ribereña. El
río es su padre y maestro. Padre fecundo y generoso. Maestro que le enseña las
artes del silencio.
Para Nicanor Velázquez Ortiz — los Opitas
son como ese campesino filósofo cuyas descripciones están cargadas de
concepto—, el río es una vivencia fundamental que explica que “la vida es un
cauce que se eterniza por el espíritu y que el hombre es una gota de agua y la
humanidad es un río y el río mar y el mar armonía y la armonía luz y la luz
equilibrio y el equilibrio fuerza y la fuerza sentido y el sentido plenitud
inteligente”.
Hasta ahora he hablado del estereotipo del
ribereño. Y debe quedar claro que en él no se agotan todos los habitantes que
hoy hacen parte de Neiva. Sin embargo es
el opita o calentano por el que se hace este escrito y al que hoy se busca invitar
a ser amante de su tierra, de la cuna en la que nació y a quien se le incita a
visionar a Neiva como un escenario en donde toda la humanidad añore conocer.
Debemos despertar a los demás individuos
que no hacen parte de esta región una atracción por nuestras tradiciones, por
nuestra cultura, porque se haga inversión, se construyan empresas, sea un foco
de desarrollo e implementación de tecnologías, una ciudad con gente educada,
familias felices, niños y jóvenes dichosos y satisfechos en sus necesidades.
Esa es una Neiva soñada, con alto desarrollo de transporte en todas sus
modalidades.
En otras palabras asi como cuentan los
cronistas que en la historia existió una provincia llamada Neiva en que los
naturales labraban mucho oro, y que fue ello lo que atrajo hacia esta región
las inaugurales expediciones de Quesada y Belalcázar. Así, como bajo el influjo
de la quimera de El Dorado se efectuaron las primeras incursiones
conquistadoras en la región del Alto Magdalena, así mismo hoy debemos con
nuestros productos y el potencial humano atraer a extranjeros para que
inviertan en nuestra tierra.
Acompañando aquellas expectativas debemos
asediar a otros ciudadanos a fin de que se enamoren de nuestra cultura, de lo
que somos, de nuestras tradiciones, de la gente, solo así podremos cantar lo
que avoca la última estrofa de nuestro himno
Salve!
Neiva, un cielo brillante
hoy te abre de luz y zafir,
solo escuchase un grito: Adelante!
a tus nobles destinos cumplir.
hoy te abre de luz y zafir,
solo escuchase un grito: Adelante!
a tus nobles destinos cumplir.
La Construcción de Neiva como la tierra de
Promisión implica que tanto ciudadanos como mandatarios locales y/o regionales
materialicen las ideas que contribuyan al desarrollo de nuestra ciudad.
Por eso mi pretensión a través de este
escrito no es cuestionar sino invitar a que sigamos las promesas que hacen
nuestros gobernantes quienes en últimas materializan o a través de ellos se
manifiestan nuestras voluntades. Por ejemplo
se ha prometido el mejoramiento de infraestructura hospitalaria y la
optimización del acueducto de Neiva, incluido el reservorio, las adecuaciones
de las plantas de tratamiento de El Jardín, El Recreo, canales de conducción,
entre otros proyectos. Se ha hablado sobre la construcción de la torre
psiquiátrica del Hospital Hernando Moncaleano de Neiva, de la Plazoleta de la
Estación del Ferrocarril, ampliación del Palacio de Los Niños, la terminación
de la sede del Concejo de la capital, el mejoramiento del Camellón de La 14 y
el Malecón, entre otros muchos proyectos. Ojala estos proyectos no se queden en
discursos y escritos, sino que se ejecuten en realidad.
Quizás la celebración de los 400 años de
fundación de nuestra ciudad demande la realización de unas serie de actos como
la participación de grupos de danzas, reinas y conjuntos vallenatos para el
“saludo a la bandera” del 24 de mayo, con discurso incorporado del señor
Presidente de la República, quien hará nuevas promesas a los huilenses que lo
escucharán embelesados. Pero la concentración en el derroche por celebrar y
conmemorar la fundación de nuestra ciudad no descuide la realidad de ejecutar
los proyectos presentados.
Asi pues la construcción de la Neiva que
soñamos es una tarea de todos, que va desde tomar y recopilar nuestra historia,
rescatar nuestras tradiciones y culturas, proponer proyectos, ser ciudadanos
visibles, hasta la ejecución de las propuestas y la veeduría a los programas de
gobierno que nos presenten los gobernantes de turnos quienes a través de los
mismos se construye y se invierte en la ciudad.
AMEMOS
A NEIVA TIERRA BUENA Y GENTIL; QUIÉN NOS DIERA
ELEVAR HASTA TI NUESTRA CANCIÓN
CON EL ESTRO FELIZ DE RIVERA,
TIERRA BUENA, GENTIL PROMISIÓN.
ELEVAR HASTA TI NUESTRA CANCIÓN
CON EL ESTRO FELIZ DE RIVERA,
TIERRA BUENA, GENTIL PROMISIÓN.
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