martes, 17 de abril de 2012

LOS HUILENSES, UN FACTOR TRASCENDENTAL EN LA TRANFORMACIÓN DE NEIVA.


LUIS MIGUEL LUNA MORERA
 
Tan Huilense como llamarme Luis  Enrique Morera C.
LUIS E. MORERA (QEPD).

Neiva, cuna de gente hospitalaria, de rostros humildes y amigables, de hombres aguerridos, mujeres hermosas y luchadoras como la mítica Gaitana,  ciudad de las achiras, tierra donde los guipas con su inocencia pintan de alegría el ser de la humanidad.

Quería realizar preámbulo con las anteriores líneas que acabo de plasmar, porque siento como se me eriza la piel y renace un sentimiento de orgullo al hablar del lugar donde nací. Quizás me quede corto en departir de los rasgos característicos que identifican la personalidad de la gente opita, de este terruño hermoso que me vio nacer, pero esas cortas palabras en poco y mucho, al tiempo describen a Neiva, aquella ciudad y municipio colombiano, capital del departamento del Huila, en Colombia. Urbe ubicada entre la cordillera Central y Oriental, en una planicie sobre la margen oriental del río Magdalena, en el valle del mismo nombre, cruzada  y bañada por el Río Las Ceibas y el Río del Oro.

Vista como una ciudad pequeña, de temperatura caliente –en general, por encima de los 30°C. - y una población de 325.000 habitantes, según el censo poblacional más reciente.  Es dable considerar y mostrar las facetas de Neiva pues a lo largo de su historia, vemos como este territorio posee una tradición socioeconómica vinculada al sector agropecuario; la influencia significativa de la iglesia católica, de la partidocracia liberal conservadora y las secuelas de los conflictos político-militares propios de las luchas por el poder regional y nacional. 

Para varios historiadores es común destacar una impronta característica de la vida en la ciudad la cual ha sido su cultura pastoril proveniente de la dedicación de sus gentes a la ganadería, en especial la vacuna y caballar, el cultivo del cacao y café en algunas zonas y, más reciente, del arroz. Desde la mirada crítica de algunos pensadores como Anselmo Gaitán, para la primera mitad del siglo XX Neiva carecía de vehículos modernos, terrestres y fluviales. El ferrocarril ni los aviones hacían su presencia, lo mismo que las fábricas. El movimiento artístico y literario, las bibliotecas y museos tampoco existían. En resumen,  los neivanos vivían con lo ofrecido por la naturaleza, con el mínimo necesario para subsistir.
De esta cultura pastoril enraizada en la vida del campo, considero que se deriva  el imaginario del neivano-huilense que circula en el país, como un ser perezoso y de poca creatividad e iniciativa. De este contexto histórico y agropecuario proviene también la principal expresión fiestera del Departamento, el San Juan y el San Pedro, de origen español, propia de los hombres de a caballo. Tradición cultural que se manifiesta en múltiples formas, como las del himno al Huila y el folclor musical. En el primero, por ejemplo, se exaltan la tierra, el río y, de modo enfático, el hombre como labrador de su maizal y platanal.
Estas fiestas reflejan con claridad el carácter híbrido y complejo de los fenómenos sociales que hoy vivimos, en especial los niños, las niñas y los jóvenes. Originadas en un interés religioso de catequesis y político de dominación, recuperan prácticas paganas y mezclan en la actualidad un marcado interés comercial. Este último propósito transcurre mediante las ventas de licores, ropa y espectáculos musicales que no guardan relación directa con las expresiones culturales de la identidad regional.

Los tiempos actuales, a partir de la década del 80, traen para la ciudad transformaciones importantes que modifican la naturaleza pastoril de las comunidades, en una sociedad modernizada, globalizada, y bastante afectada por las problemáticas sociopolíticas de la nación. Hoy, el sector urbano de la ciudad está conformado por 10 comunas y 250 barrios, que reproducen la inequitativa distribución de la riqueza, oportunidades y satisfacción de necesidades y derechos básicos. 

De los cambios recientes, son significativos aquellos de orden socio económico, como la explotación petrolera, de energía eléctrica y de la piscicultura; sumados a un cierto crecimiento urbanístico y a la presencia de asentamientos  habitados por familias de desplazados por el conflicto armado. Todo lo anterior fusiona lo local con lo nacional y lo global, para llegar a expresarse también en importantes cambios culturales.

Hasta cerca de 2005, en el campo sociopolítico el conflicto armado se había agudizado y tornado más complejo, con la presencia regional del paramilitarismo, la guerrilla y mayor presencia de tropas oficiales. Esto  generó un serio problema de orden público que se concretó en el elevado número de secuestros, desplazamientos campesinos, atentados contra la infraestructura petrolera y eléctrica, y contra las personalidades políticas. Situación de orden público que se atenúa después, cuando el gobierno de Álvaro Uribe logra reducir la presencia guerrillera en las goteras de Neiva.

De forma complementaria la ciudad ha visto el surgimiento de los almacenes de cadena, las casas de empeño, compra-venta y de juegos de azar. Un crecimiento de la banca financiera, la indigencia en las calles y el rebusque cotidiano, ejemplificado en casos como el de los niños limpia parabrisas en los semáforos, las ventas callejeras informales o en el de la reventa de minutos y el mototaxismo. Todo ello en concomitancia con un creciente desempleo y una incapacidad del Estado para resolver demandas básicas en educación y servicios públicos, de grandes sectores poblacionales populares. Lo cual no es extraño o independiente del impresionante crecimiento de la delincuencia común, muchas veces también relacionada con la metamorfosis del cuestionado desmonte paramilitar.

En la ciudad conviven expresiones mediáticas locales, como los diarios la Nación y del Huila, con medios informativos globales como las cadenas de TV cable, Internet y la telefonía celular. En la vida cotidiana de Neiva también es visible la lucha de diferentes sectores sociales por sus derechos laborales particulares, como los maestros, estudiantes, campesinos, obreros y ambientalistas,  de los cuales es un buen ejemplo reciente el movimiento de oposición a la construcción de una nueva represa (Quimbo).
Así como la de otros grupos sociales minoritarios marginados, por ejemplo, la comunidad gay, los artesanos y los vendedores ambulantes. Lo mismo que la presencia irreverente y contestataria juvenil.

A grandes rasgos, las personas que pertenecemos  y somos de esta cuidad reciclamos  la amalgama de los conflictos de los siglos XIX y XX  en un  porvenir, para debatirnos en la ambigüedad propia de los imaginarios utópicos del “Valle de las Tristezas”, como llamaron esta tierra algunos de los conquistadores, y la “Tierra de Promisión”, nombre esperanzador que los primeros liberales de la región decidieron darle.
Aunque me inclino como solución a tal ambigüedad sobre la postura de que Neiva es una Tierra de Promisión, de mucho que desear y vivir, pero la materialización de tales anhelos y proyecciones en ver a nuestra ciudad como el paraíso que cualquier humilde ser humano desea vivir, solo es posible en la medida en que como ciudadanos construyamos ciudad.

A lo largo de este escrito he mostrado las diferentes apariencias y aspectos destacables de nuestra ciudad, he realizado un contraste de la realidad, del contexto en el que nos desarrollamos los opitas y considero que eso es indiscutible a la hora de analizar y buscar estrategias para la construcción de una nueva Neiva y la identidad como ciudadanos.

Ese espíritu de ciudadanía es el que nos debe mover hoy que estamos inmediatos a la celebración de uno de los acontecimientos importantes dentro de nuestra carrera como ciudadanos, el cumpleaños número cuatrocientos 400 de nuestra ciudad. Y nos debe mover ese vigor ciudadano porque en este escenario histórico de Fundación de esta tierra opita, los Neivanos son los actores del desarrollo de esta ciudad.

La celebración de los 400 años de Neiva debe tener un desarrollo digno, memorable y significativo para la ciudad. Por eso creo que no se puede reducir a un solo día, el 24 de mayo, porque siendo así no pasaría de ser un saludo a la bandera, con discursos y otros actos protocolarios. Debe extenderse a lo largo del presente año. Es una coyuntura propicia para conocer el pasado de la ciudad, su historia, para examinar el presente y reflexionar sobre el futuro de la ciudad. Y al mismo tiempo, para hacer cosas por nuestro conglomerado urbano, para realizar obras y actividades en función de su desarrollo sociocultural. Es obvio que además de las instituciones públicas, de los gobiernos municipal, departamental y nacional, participen en esa dinámica las empresas privadas, los medios de comunicación, las universidades, las instituciones educativas, y demás organizaciones con asiento en Neiva. 

En general son los Neivanos desde todas las estructuras los llamados no solo a celebrar sino a proponer y ejecutar procedimientos para el desarrollo de la ciudad. Los opitas son los protagonistas, quienes han construido la historia de Neiva y  a quienes les corresponde continuar cimentando el futuro de la misma a través de las acciones presentes.  Soy un fiel convencido de que el capital humano de una ciudad es el motor de cambio y transformación de una región, por eso no se me escapa decir que en la medida en que tengamos identidad como Neivanos, que nos sintamos orgullosos de haber nacido en nuestra tierra, así mismo podemos laborar en la construcción de mejores escenarios, oportunidades y realidades para nuestra ciudad.

El individuo Neivano no debe temer al reto de construir una ciudad como paraíso terrenal para las generaciones futuras, pues cuenta con unos rasgos característicos en su personalidad que resultan útiles para la consecución de tales objetivos.

Para nadie es un secreto que los Neivanos llevan en su sangre raíces de las guerras de la conquista en las que participaron personajes nativos como La Gaitana y el Cacique Pigoanza, quienes se constituyeron en imagen y productores (en especial la primera), de poderosos símbolos de emancipación y poder. Es propio ver como  con el tiempo se ha venido modelando una identidad tranquila y contemplativa, pero feroz y valiente, las cuales se fusionan dando como resultado un perfil etnocultural conocido nacionalmente como "opita".

Algunos autores como Luis López de Mesa, al referirse a los huilenses, el término opita alude al dejo en el habla característico de la región, a su "entonación casi quejosa de una dulcedumbre asordinada y cordial", no asimilable a "timidez pueril o ánimo blandengue", pero que llegada la hora del trabajo o de la guerra surge su tenacidad bravía. Otros como el historiador Reynel Salas Vargas, la Amazonía vivía y aún vive en el corazón de los Neivanos pues "las riquezas que ofrecían estas regiones estaban en la perspectiva de los propietarios de la tierra, de los comerciantes y de los dueños de las muladas, quienes encontraban la posibilidad de desarrollar prósperas actividades económicas.

El individuo neivano es fervoroso, tiene sus creencias las cuales asocia a su cotidianeidad, a sus labores, al amor y a las enfermedades.

En fin, son todas esas características de perfil opita, que nosotros como ciudadanos debemos rescatar para emprender la marcha en el diseño de proyectos y la ejecución de los mismos que lleven a construir una Neiva contemporánea, a la vanguardia  e innovación que proponga fenómenos como la globalización. El llamado es a rescatar las particularidades de los Neivanos, de demostrar que la pasividad no es símbolo de pereza por emprender proyectos empresariales sino que cuando digan allí están los opitas, seamos insignias de ciudadanos inteligentes, comprometidos y amantes del lugar en el que nacimos.

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