LUIS MIGUEL LUNA MORERA
Tan Huilense como
llamarme Luis Enrique Morera C.
LUIS
E. MORERA (QEPD).
Neiva, cuna de gente hospitalaria, de rostros
humildes y amigables, de hombres aguerridos, mujeres hermosas y luchadoras como
la mítica Gaitana, ciudad de las
achiras, tierra donde los guipas con su inocencia pintan de alegría el ser de
la humanidad.
Quería realizar preámbulo con las
anteriores líneas que acabo de plasmar, porque siento como se me eriza la piel
y renace un sentimiento de orgullo al hablar del lugar donde nací. Quizás me
quede corto en departir de los rasgos característicos que identifican la
personalidad de la gente opita, de este terruño hermoso que me vio nacer, pero
esas cortas palabras en poco y mucho, al tiempo describen a Neiva, aquella
ciudad y municipio colombiano, capital del departamento del Huila, en Colombia.
Urbe ubicada entre la cordillera Central y Oriental, en una planicie sobre la
margen oriental del río Magdalena, en el valle del mismo nombre, cruzada y bañada por el Río Las Ceibas y el Río del
Oro.
Vista como una ciudad pequeña, de
temperatura caliente –en general, por encima de los 30°C. - y una población de
325.000 habitantes, según el censo poblacional más reciente. Es dable considerar y mostrar las facetas de
Neiva pues a lo largo de su historia, vemos como este territorio posee una
tradición socioeconómica vinculada al sector agropecuario; la influencia
significativa de la iglesia católica, de la partidocracia liberal conservadora
y las secuelas de los conflictos político-militares propios de las luchas por
el poder regional y nacional.
Para varios
historiadores es común destacar una impronta característica de la vida en la
ciudad la cual ha sido su cultura pastoril proveniente de la dedicación de sus
gentes a la ganadería, en especial la vacuna y caballar, el cultivo del cacao y
café en algunas zonas y, más reciente, del arroz. Desde la mirada crítica de algunos
pensadores como Anselmo Gaitán, para la primera mitad del siglo XX Neiva
carecía de vehículos modernos, terrestres y fluviales. El ferrocarril ni los
aviones hacían su presencia, lo mismo que las fábricas. El movimiento artístico
y literario, las bibliotecas y museos tampoco existían. En resumen, los neivanos vivían con lo ofrecido por la
naturaleza, con el mínimo necesario para subsistir.
De esta cultura pastoril enraizada en la vida del campo, considero
que se deriva el imaginario del
neivano-huilense que circula en el país, como un ser perezoso y de poca
creatividad e iniciativa. De este contexto histórico y agropecuario proviene
también la principal expresión fiestera del Departamento, el San Juan y el San
Pedro, de origen español, propia de los hombres de a caballo. Tradición
cultural que se manifiesta en múltiples formas, como las del himno al Huila y
el folclor musical. En el primero, por ejemplo, se exaltan la tierra, el río y,
de modo enfático, el hombre como labrador de su maizal y platanal.
Estas fiestas reflejan con claridad el
carácter híbrido y complejo de los fenómenos sociales que hoy vivimos, en
especial los niños, las niñas y los jóvenes. Originadas en un interés religioso
de catequesis y político de dominación, recuperan prácticas paganas y mezclan
en la actualidad un marcado interés comercial. Este último propósito transcurre
mediante las ventas de licores, ropa y espectáculos musicales que no guardan
relación directa con las expresiones culturales de la identidad regional.
Los tiempos actuales, a partir de la década
del 80, traen para la ciudad transformaciones importantes que modifican la
naturaleza pastoril de las comunidades, en una sociedad modernizada,
globalizada, y bastante afectada por las problemáticas sociopolíticas de la
nación. Hoy, el sector urbano de la ciudad está conformado por 10 comunas y 250
barrios, que reproducen la inequitativa distribución de la riqueza,
oportunidades y satisfacción de necesidades y derechos básicos.
De los cambios recientes, son
significativos aquellos de orden socio económico, como la explotación
petrolera, de energía eléctrica y de la piscicultura; sumados a un cierto
crecimiento urbanístico y a la presencia de asentamientos habitados por familias de desplazados por el
conflicto armado. Todo lo anterior fusiona lo local con lo nacional y lo
global, para llegar a expresarse también en importantes cambios culturales.
Hasta cerca de 2005, en el campo
sociopolítico el conflicto armado se había agudizado y tornado más complejo,
con la presencia regional del paramilitarismo, la guerrilla y mayor presencia
de tropas oficiales. Esto generó un
serio problema de orden público que se concretó en el elevado número de
secuestros, desplazamientos campesinos, atentados contra la infraestructura
petrolera y eléctrica, y contra las personalidades políticas. Situación de
orden público que se atenúa después, cuando el gobierno de Álvaro Uribe logra
reducir la presencia guerrillera en las goteras de Neiva.
De forma complementaria la ciudad ha visto
el surgimiento de los almacenes de cadena, las casas de empeño, compra-venta y
de juegos de azar. Un crecimiento de la banca financiera, la indigencia en las
calles y el rebusque cotidiano, ejemplificado en casos como el de los niños
limpia parabrisas en los semáforos, las ventas callejeras informales o en el de
la reventa de minutos y el mototaxismo. Todo ello en concomitancia con un
creciente desempleo y una incapacidad del Estado para resolver demandas básicas
en educación y servicios públicos, de grandes sectores poblacionales populares.
Lo cual no es extraño o independiente del impresionante crecimiento de la
delincuencia común, muchas veces también relacionada con la metamorfosis del
cuestionado desmonte paramilitar.
En la ciudad conviven expresiones
mediáticas locales, como los diarios la Nación y del Huila, con medios
informativos globales como las cadenas de TV cable, Internet y la telefonía
celular. En la vida cotidiana de Neiva también es visible la lucha de
diferentes sectores sociales por sus derechos laborales particulares, como los
maestros, estudiantes, campesinos, obreros y ambientalistas, de los cuales es un buen ejemplo reciente el
movimiento de oposición a la construcción de una nueva represa (Quimbo).
Así como la de otros grupos sociales
minoritarios marginados, por ejemplo, la comunidad gay, los artesanos y los
vendedores ambulantes. Lo mismo que la presencia irreverente y contestataria juvenil.
A grandes rasgos, las personas que
pertenecemos y somos de esta cuidad
reciclamos la amalgama de los conflictos
de los siglos XIX y XX en un porvenir, para debatirnos en la ambigüedad
propia de los imaginarios utópicos del “Valle de las Tristezas”, como llamaron
esta tierra algunos de los conquistadores, y la “Tierra de Promisión”, nombre
esperanzador que los primeros liberales de la región decidieron darle.
Aunque me inclino como solución a tal
ambigüedad sobre la postura de que Neiva es una Tierra de Promisión, de mucho
que desear y vivir, pero la materialización de tales anhelos y proyecciones en
ver a nuestra ciudad como el paraíso que cualquier humilde ser humano desea
vivir, solo es posible en la medida en que como ciudadanos construyamos ciudad.
A lo largo de este escrito he mostrado las
diferentes apariencias y aspectos destacables de nuestra ciudad, he realizado
un contraste de la realidad, del contexto en el que nos desarrollamos los
opitas y considero que eso es indiscutible a la hora de analizar y buscar
estrategias para la construcción de una nueva Neiva y la identidad como
ciudadanos.
Ese espíritu de ciudadanía es el que nos
debe mover hoy que estamos inmediatos a la celebración de uno de los
acontecimientos importantes dentro de nuestra carrera como ciudadanos, el
cumpleaños número cuatrocientos 400 de nuestra ciudad. Y nos debe mover ese
vigor ciudadano porque en este escenario histórico de Fundación de esta tierra
opita, los Neivanos son los actores del desarrollo de esta ciudad.
La celebración de los 400 años de Neiva
debe tener un desarrollo digno, memorable y significativo para la ciudad. Por
eso creo que no se puede reducir a un solo día, el 24 de mayo, porque siendo
así no pasaría de ser un saludo a la bandera, con discursos y otros actos
protocolarios. Debe extenderse a lo largo del presente año. Es una coyuntura
propicia para conocer el pasado de la ciudad, su historia, para examinar el
presente y reflexionar sobre el futuro de la ciudad. Y al mismo tiempo, para
hacer cosas por nuestro conglomerado urbano, para realizar obras y actividades
en función de su desarrollo sociocultural. Es obvio que además de las
instituciones públicas, de los gobiernos municipal, departamental y nacional,
participen en esa dinámica las empresas privadas, los medios de comunicación,
las universidades, las instituciones educativas, y demás organizaciones con
asiento en Neiva.
En general son los Neivanos desde todas las
estructuras los llamados no solo a celebrar sino a proponer y ejecutar
procedimientos para el desarrollo de la ciudad. Los opitas son los
protagonistas, quienes han construido la historia de Neiva y a quienes les corresponde continuar
cimentando el futuro de la misma a través de las acciones presentes. Soy un fiel convencido de que el capital
humano de una ciudad es el motor de cambio y transformación de una región, por
eso no se me escapa decir que en la medida en que tengamos identidad como
Neivanos, que nos sintamos orgullosos de haber nacido en nuestra tierra, así
mismo podemos laborar en la construcción de mejores escenarios, oportunidades y
realidades para nuestra ciudad.
El individuo Neivano no debe temer al reto
de construir una ciudad como paraíso terrenal para las generaciones futuras,
pues cuenta con unos rasgos característicos en su personalidad que resultan
útiles para la consecución de tales objetivos.
Para nadie es un secreto que los Neivanos
llevan en su sangre raíces de las guerras de la conquista en las que
participaron personajes nativos como La Gaitana y el Cacique Pigoanza, quienes
se constituyeron en imagen y productores (en especial la primera), de poderosos
símbolos de emancipación y poder. Es propio ver como con el tiempo se ha venido modelando una
identidad tranquila y contemplativa, pero feroz y valiente, las cuales se fusionan
dando como resultado un perfil etnocultural conocido nacionalmente como
"opita".
Algunos autores como Luis López de Mesa, al
referirse a los huilenses, el término opita alude al dejo en el habla
característico de la región, a su "entonación casi quejosa de una
dulcedumbre asordinada y cordial", no asimilable a "timidez pueril o
ánimo blandengue", pero que llegada la hora del trabajo o de la guerra
surge su tenacidad bravía. Otros como el historiador Reynel Salas Vargas, la
Amazonía vivía y aún vive en el corazón de los Neivanos pues "las riquezas
que ofrecían estas regiones estaban en la perspectiva de los propietarios de la
tierra, de los comerciantes y de los dueños de las muladas, quienes encontraban
la posibilidad de desarrollar prósperas actividades económicas.
El individuo neivano es fervoroso, tiene
sus creencias las cuales asocia a su cotidianeidad, a sus labores, al amor y a
las enfermedades.
En fin, son todas esas características de
perfil opita, que nosotros como ciudadanos debemos rescatar para emprender la
marcha en el diseño de proyectos y la ejecución de los mismos que lleven a
construir una Neiva contemporánea, a la vanguardia e innovación que proponga fenómenos como la
globalización. El llamado es a rescatar las particularidades de los Neivanos,
de demostrar que la pasividad no es símbolo de pereza por emprender proyectos
empresariales sino que cuando digan allí están los opitas, seamos insignias de
ciudadanos inteligentes, comprometidos y amantes del lugar en el que nacimos.
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